Lo primero que tenemos que recordar cuando degustamos la carne del cerdo ibérico, es que su calidad no es mera casualidad.
En buena parte esta característica proviene de las condiciones innatas de este tipo de porcino: la sudoración natural o su desarrollado olfato sin duda, le otorgan a todos sus productos una exquisita calidad, acompañada de altos valores nutricionales y por lo tanto de un alto valor de salubridad.
Pero también, en el Matadero Frigorífico El Navazo, somos conocedores de la importancia que tiene en esta destacada calidad; el comportamiento del cerdo ibérico en el campo abierto o dehesas y, posteriormente, la buena práctica en la transformación de su carne en productos ibéricos.
Comencemos hablando del olfato. Es el sentido más desarrollado de este animal; mucho más que la vista y que el tacto. Aunque se le acerca mucho al oído. El cerdo ibérico tiene por costumbre oler de una manera muy concreta. Suele hozar: continuamente roza su hocico contra aquello que investiga. De esta manera escaba en la tierra para localizar gran parte de su alimento.
Además, es crucial en la calidad de sus productos el tiempo que dedica a buscar su comida: alrededor de siete u ocho horas. Es muy curioso: las bellotas hacen que los cerdos ibéricos realicen recorridos de entre diez y quince kilómetros. Todo un maratón diario.
Por otro lado, en cuanto a la sudoración hay que señalar que el cerdo ibérico no tiene glándulas sudoríparas como los seres humanos. Su sistema de regulación de la temperatura hace que jadeen y saliven con asiduidad. Por este motivo, habrás escuchado que estos animales están buscando siempre los lugares frescos y las sombras que se originan bajo las encinas y los alcornoques. Además les gusta retozar en los riachuelos y en las charcas de barro ( de ahí la expresión “estás como un cerdo” cuando “estás muy sucio”). Esto lo hacen para evitar, de manera natural, la deshidratación de su organismo. Esta curiosidad también influye en que la búsqueda de alimento la realicen cuando la temperatura es más baja. Ello explica que el cerdo ibérico suela comer a primera hora de la mañana y al anochecer, y durante las estaciones de otoño e invierno; época en la que se desarrolla la famosa montanera.
Por lo tanto, es así como este tipo de porcino se alimenta de manera espontánea y siguiendo las órdenes naturales de su cuerpo; lo que influye de manera decisiva en el sabor, el color, la textura y el aroma de los jamones y demás productos ibéricos.
Como curiosidad, desde el Matadero Frigorífico El Navazo queremos contarte que los cerdos criados en la dehesa se alimentan, la mayor parte del tiempo, en grupos. Se estimulan unos con otros, para buscar el alimento y comer las bellotas, raíces y hierbas en manadas. Esta es la base para, después en nuestro matadero, obtener los mejores productos ibéricos: desde el jamón de bellota hasta cualquiera de los otros manjares que extraemos de este preciado animal de marca española.
Recuerda: siempre pensando en ti, buscamos la calidad.